Exposición El Informador (1993) Reseña
Entre los festejos del primer cuarto de siglo de El Informador, el Dr. Eduardo Gómez Tamayo, entonces presidente del Congreso de la República de Venezuela, dispuso la realización de una muestra de caricaturas en el periódico.
Quizás en tres ocasiones había compartido poco más que un saludo. Sin embargo, era una especie de protector de mi trabajo. Del periódico jamás recibí una línea, disposición o sugerencia. No la hubiera aceptado tampoco. Solo una vez, me preguntó el jefe de información que porqué dibujaba tanta gente con hambre. Le respondí que sería porque estaba a dieta. Eran los tiempos de Blanca Ibáñez como poder encima del trono y las presiones a los medios, sutiles o no tanto, estaban a la orden del día.
No obstante la libertad, siempre había que estar explorando límites: del buen gusto, de la corrección política, de lo comprensible o no, de los posibles intereses que desconociera y así. Aún más recientemente, de no pisar algún callo demasiado sensible; los que ahora abundan. Te sientes, más o menos, como los pitchers en beisbol. Lanzas, strike. Ahora, un poquito más allá, strike. Más allá todavía, strike. Otro poco, bola mala. Entonces regresar al límite anterior. En el periódico, para mi, una "bola mala" era que no la publicaran. En su lugar ponían una repetida. Por ahí no era.
En particular, con el Dr. Gómez Tamayo, indirectamente a través de los jefes en la redacción, descubrí que no podía meterme con su gran amigo, el Dr. Caldera.